martes, 25 de marzo de 2014

Lo que consiste de la Danza Aerea

Lo que consiste de la Danza Aerea

En qué consiste

Desde una altura aproximada de siete metros o más —distancia definitivamente insoportable para quienes sufren de vértigo— y sobre un soporte lo suficientemente resistente, preferiblemente vigas de acero, se cuelgan por la mitad, paños de más o menos 20 metros de largo y un metro y medio de ancho.  Los tejidos más utilizados son los que no se estiran, como, por ejemplo, el jersey de seda o el acetato. Son estas dos líneas de tela las que permiten dar rienda suelta a una actividad que prácticamente no tiene límites entre lo deportivo y lo artístico, ya que combina aspectos de ejercicios como la escalada y la gimnasia olímpica, con otros más estéticos como la danza contemporánea y las  acrobacias circenses. En palabras de Talía Falconi: “Lo maravilloso de esta tendencia es la conjunción de estos elementos, que se podrían sintetizar en dos palabras: riesgo y creatividad”.
Músculos fuertes

Cualquier persona que tenga la voluntad suficiente para adentrarse en el mundo de las acrobacias en tela puede hacerlo; sin embargo, hay que tener cierta condición física que permita sostener el propio peso corporal, el cual, dicho sea de paso, suele ser más pesado de lo que se cree.

Dice Falconi que “la zona del cuerpo que mayor fuerza requiere es la región abdominal, puesto que este grupo de músculos es el que permite sostener el resto del cuerpo durante la realización de figuras invertidas por espacios considerables de tiempo”.

Igualmente importante son manos, brazos y hombros, porque de ellos la persona se vale para lograr los distintos amarres y enganches a la tela. “La resistencia que se gana al cabo de unas pocas semanas de práctica es increíble, y una vez ganada esta primera etapa, ya se disfruta mucho más, y poco a poco se van perfeccionando las ejecuciones”, agrega Falconi.
Todos pueden

Los hombres son los que cuentan con mayor musculatura en la parte superior del cuerpo. Las mujeres no tienen esta condición por lo que se les dificulta un poco más el hecho de trepar la tela, pero tienen más elasticidad corporal, lo que resulta en un mayor potencial expresivo. Y ni hablar de los niños, “los chicos incorporan a una velocidad vertiginosa todas las técnicas necesarias en esta práctica. La razón principal es que ellos se divierten y disfrutan la emoción de la altura; además, su peso y flexibilidad se lo permiten”, comenta Falconi refiriéndose a su experiencia con los más pequeños.
Pasos evolutivos

Según Silder Briceño, lo primero que se aprende es a trepar. Este primer paso
consiste en dar un pequeño salto y agarrarse de la tela con los codos flexionados y, paralelamente, hacer una especie de nudo con la pierna derecha en sentido opuesto
a las agujas del reloj, y con el pie izquierdo presionar la tela sobre el empeine derecho. Este lazo va a servir de sostén e impulso para el ascenso. En este nivel es muy relativo el tiempo que se puede durar: dependerá de cada practicante, pues según Talía hay alumnos que desde la primera clase ya escalan la tela en su totalidad.

Seguidamente, se enseñan los distintos tipos de amarre —en la cintura, en los muslos, en los brazos, en los tobillos—, que permiten la realización de la amplia gama de figuras  acrobáticas.

Luego se pasa a la práctica de las posiciones invertidas, que implican una mayor exigencia, pues “es en este nivel cuando se hace uso de toda la resistencia muscular que posee la persona”, aclara Briceño.

Finalmente, se ejercitan las figuras más complicadas a mayor altura, y las diferentes formas de escapes o caídas, como se le conoce comúnmente al punto final de estas presentaciones.
El riesgo

Al igual que otras disciplinas deportivas, esta modalidad también conlleva ciertos peligros; sin embargo, explica la profesora: “Es muy poco probable que alguien se caiga desde lo más alto, pues los amarres que se hacen con la misma tela impiden que eso suceda. Lo que sí puede pasar es que la persona sufra ciertas magulladuras por quedar repentinamente apretado con los nudos, o que la fricción irrite la piel, o en el peor de los casos, padezca algún esguince o fractura”.

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